domingo, 17 de mayo de 2009

Otra del hermanisimo, Juan Guerra y su hermano el Vicepresidente del gobierno de España del PSOE, desde siempre Diputado Alfonso Guerra.

Juan Guerra afirma que usó el despacho oficial porque se lo autorizó «Fali» Delgado-

PEDRO DE TENA
CORRESPONSAL

SEVILLA.- Juan Guerra, hermano del vicesecretario general del PSOE, Alfonso Guerra, declaró ayer ante el Tribunal, sorprendentemente, que su presencia en el despacho que su hermano tenía habilitado en la Delegación del Gobierno de Sevilla le había sido autorizada directamente por Rafael «Fali» Delgado, el secretario del entonces vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra.
En los últimos juicios que se han celebrado con motivo del caso Guerra, el acusado, defendido entonces por el letrado Antonio Mates, se había negado a declarar. Ayer, asistido por el abogado Mariano Muñoz Bouzo, decidió renunciar a su derecho constitucional a no hacerlo.
«Fali» Delgado, por su parte, que prestó declaración en calidad de testigo, volvió a insistir ayer ante las preguntas de los acusadores y del presidente del Tribunal en que no había autorizado las visitas particulares al despacho de la Delegación del Gobierno.
Hay que tener en cuenta que Rafael Delgado y los delegados del Gobierno en Andalucía Leocadio Marín, Tomás Azorín y Alfonso Garrido, que asimismo declararon ayer como testigos, fueron exculpados de toda responsabilidad penal en este caso por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía en un discutido auto.
Los hechos descritos ayer confirmaron la versión de que Juan Guerra, que era empleado del PSOE, accedió al uso de aquel despacho con fines de auxiliar a su hermano Alfonso en sus labores tanto de vicepresidente del Gobierno, como de diputado por Sevilla en el Congreso de los Diputados y vicesecretario general del PSOE.
De las preguntas formuladas, se desprendió claramente que Juan Guerra había ocupado el despacho con asiduidad y que en su interior había efectuado, además de sus funciones de asistente de su hermano, otros cometidos relacionados con sus amigos particulares y negocios privados.
LA ACTITUD DEL FISCAL.- El fiscal jefe de la Audiencia Provincial de Sevilla, que no acusaba en este caso ya que pide la absolución para Juan Guerra, procedió a preguntar exhaustivamente al hermano del ex vicepresidente sobre su relación con el despacho y sus actividades particulares.
Juan Guerra, ante este interrogatorio, llegó a reconocer que recibía muchas visitas porque «sabían que yo era el modo de acceder a mi hermano, pero nunca utilicé ningún despacho para fines particulares», aseguró.
De una de sus preguntas, el fiscal procuró deducir que, aunque en una tarjeta de visita el acusado parecía haber indicado que pertenecía a la Delegación del Gobierno, ello se debía a que estaba separado y carecía de domicilio fijo.
Además, el fiscal Flores intentó hacer ver que pese a que en una de las cuentas corrientes de Juan Guerra aparecía también como domicilio la Delegación del Gobierno, éste no era un hecho significativo, ya que no siempre situaba el mismo domicilio.
Esta actitud del fiscal Alfredo Flores fue considerada por las acusaciones particulares, tanto por Izquierda Unida, el Partido Andalucista o José María Ruiz Mateos, como una expresa ayuda al acusado Juan Guerra, motivo por el que elevaron una protesta ante el Tribunal presidido por el magistrado Agustín del Río.
Otro de los considerados «auxilios» del fiscal Flores a la defensa de Juan Guerra, fue el desmontaje de la tesis de la acusación de que el porcentaje de visitas recibidas por Juan Guerra superaba con mucho el de las visitas recibidas por los propios delegados del Gobierno.
Flores trató de demostrar ante el Tribunal que las visitas registradas en el libro de visitas no se correspondían con las reales, porque, según los testimonios de los delegados, el motivo del registro de las mismas era la seguridad y no se anotaban las visitas consideradas inocuas desde ese punto de vista.
Por su parte, Joaquín Ramón Rodríguez y Antonio Ortega Jiménez, secretarios de la Delegación del Gobierno en Andalucía y que coincidieron con las actividades de Juan Guerra en esa dependencia oficial, declararon que vieron colas de gente esperando a la puerta del despacho, pero que ninguno vio que Alfonso Guerra lo utilizara alguna vez.
EL INTERROGADOR MAS DURO.- Agustín del Río, el magistrado presidente del Tribunal, fue el interrogador más agudo y duro de la jornada de ayer. Ante la respuesta de «Fali» Delgado de haber sido él quien autorizó el acceso a Juan Guerra, el juez le expuso que él tenía «rango» de secretario de Estado, pero no tenía atribuidas sus funciones, por lo que difícilmente podía ordenar a los delegados del Gobierno nada en calidad de tal.
Respecto al porcentaje de visitas que iban a ver a Juan Guerra, el juez desbarató la argumentación del fiscal, que según las acusaciones favorecía al acusado, exponiendo que si el libro era oficial todas las visitas debían reflejarse y que, en todo caso, incluirlas o no en el libro dependía de la arbitrariedad de los funcionarios encargados.
De las declaraciones de los tres delegados del Gobierno se desprendió que Juan Guerra no tenía nada que ver con ellos, ni personal ni oficialmente, y que el hermano de Alfonso Guerra iba por allí por encargo de «Fali» Delgado sin control alguno por parte de los delegados.
El «caso Guerra» pierde su papel estelar
El quinto juicio contra el «hermanísimo» ya no suscita la expectación de otras ocasiones
La expectación suscitada por el quinto juicio de Juan Guerra ha sido mucho menor que en ocasiones anteriores. Ni la presencia policial ha sido tan apabullante ni la afluencia de público ha sido tan desmesurada. Dadas las circunstancias políticas generales que se sufren en España, el «caso Guerra» parece haberse visto relegado de su papel estelar.
Juan Guerra, acompañado de su amigo y socio José María Ramos Reina, llegó a la Audiencia Provincial de Sevilla sin las carreras de antaño. De gris, más delgado y tranquilo, precedió por pocos minutos al cuarteto formado por «Fali» Delgado y los tres delegados del Gobierno, que ascendieron por las interminables escaleras a ritmo de pelotón.
Desde el principio, fue notoria la animadversión existente entre el letrado de la acusación, Marcos García Montes, y el fiscal jefe, Alfredo Flores. Montes inspiró la cuestión de la oculta defensa que Flores estaba haciendo de Juan Guerra. El fiscal no había acusado y sembró la duda de si defendía al acusado o se defendía a sí mismo justificando no haber acusado al «asistente».
García Montes trato de ridiculizar a «Fali» Delgado, obligándole a confesar que, aunque él decía que su profesión era «estadístico», ni siquiera tenía la licenciatura en Matemáticas.
El fiscal Flores, para demostrar que había visitantes que no habían sido registrados en el libro de visitas, conjeturó sobre la posible presencia del Arzobispo de Sevilla en la Delegación del Gobierno. «Catorce visitas y un obispo», ironizó, provocando la hilaridad de la sala. En otro momento, se refirió al «tono» agresivo de la acusación.
Más divertida fue la evidente inexperiencia judicial de los delegados del Gobierno Leocadio Marín y Tomás Azorín ante el juez Agustín del Río. Cuando fueron llamados a declarar, sin mediar palabra, procedieron a sentarse en la silla dispuesta a tal fin, siendo recriminados por el juez, que les obligó a ponerse de pie mientras les preguntaba las generalidades previas.
Igualmente, cuando Alfonso Garrido inició una risa sonora ante una pregunta de la acusación, Agustín del Río le propinó una severa reconvención por el respeto debido al tribunal.

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